
Entras al agua muy segura de ti. Preparas tu equipo para nadar y te sumerges lista para avanzar hacia la meta. Tienes un objetivo, llegar al otro lado de la alberca. La distancia no te preocupa, vas despacio, moviendo cada músculo de tu cuerpo, respiras … te sientes viva.
De pronto un par de olas golpean tu camino, te saca de balance, te detienes y observas de donde provienen aquellos movimientos que frenaron por un momento tu rumbo. Ah! Es alguien más que decidió nadar, a la misma hora y en el mismo lugar que tú.
Pero ¿ cuál es la diferencia ? -te preguntas. Ella tiene todo el equipo, un traje completo de natación, gorra profesional, aparatos que ayudan a avanzar más rápido y con fuerza. Entra al agua y evidentemente nada mucho mejor que tú, tiene técnica, tiene velocidad y pasa tu carril sin ningún esfuerzo. Avanzas un poco más aparentando que su presencia no causó nada en ti, pero a mitad del camino ya estás cansada, un pensamiento sutil pasa por tu mente -Si yo tuviera ese equipo nadaría igual que ella- . Te desanimas, te cuesta mucho más trabajo seguir nadando con ritmo, con pasión … con visión.
Sabes, justo fue esa experiencia la que me motivó a escribir este post. En este tiempo donde las relaciones se han vuelto digitales y distantes, puedes deslumbrarte por el éxito de los demás. Ver publicaciones de victorias, de viajes, de aspectos que para el ser humano representan éxito pueden causar ansiedad en ti, depresión, confusión, de hecho pueden desanimarte a seguir adelante. ¿Por qué ? Porque en ocasiones es inevitable comparar nuestra propia vida con la de los demás. Puedes sentir que todos avanzan, que todos crecen pero tú sigues en el mismo lugar, con el mismo equipo , en el mismo ambiente.
Yo he pasado por ahí. Me he sentido nada cuando el resto del mundo es todo, pero tuve que tomar una decisión: terminar lo que había empezado. Enfocar mi mirada en mi propio camino, seguir avanzando , poco a poco aunque las olas de los demás golpeen mi rumbo. Enfocar mis energías, mi mente y mi ser en aquello que Dios tiene para mí y en ese proceso aprender, sentir, valorar, ver a los que pasan mi carril como inspiración ya no como competencia.
Cada uno de nosotros vive un momento específico y único. Yo no sé cuánto tiempo la señora que pasaba volando mi carril ha dedicado a nadar, no conozco los momentos frustrantes de su vida, no sé la inversión que ha hecho en equipo profesional para adquirir técnica. No conozco sus luchas, sus debilidades, no conozco las ocasiones donde no logró llegar a la meta y por eso la admiro, porque estoy segura que para llegar al punto donde está tuvo que superar obstáculos.
Esta reflexión ocurrió en un par de minutos. Tuve que tomarme un instante para recuperar el aliento y enfocar mi mente una vez más. Mi objetivo al nadar inicialmente era relajarme en la alberca, era tener un tiempo tranquilo para mí ¿ Y qué pasó ? Al yo observar a alguien con técnica, con habilidad y con equipo que yo no tenía, simplemente me desanimé, el propósito inicial se transformó porque yo dejé que una serie de pensamientos negativos y comparación invadieran mi mente. Pero pude cambiar de actitud, volví a concentrarme y pasé un momento super padre en la alberca, dando vueltas, saltos, nadando sin técnica, sin equipo.
Me falta mucho que aprender, mucho que recorrer, pero hoy quiero transmitirte que puedes cambiar cualquier pensamiento negativo y transformarlo en positivo. Puedes dejar de compararte, puedes enfocarte en tu propio camino confiada en que estás en el lugar que tienes que estar, con la gente correcta, viviendo el momento que te toca vivir. Atrévete a cambiar de actitud y contagia a los que te rodean de amor, de alegría porque tu vida es especial, es valiosa… es única.